Lograr la formación integral de la persona mediante el desarrollo armónico de todas sus potencialidades físicas, psicológicas, socioculturales, morales y trascendentes.
Desarrollar las aptitudes personales, estimulando la libertad y la responsabilidad, el diálogo, la creatividad y la investigación científica.
Fomentar valores de alcance universal como el respeto, la libertad, la paz y la convivencia.
Educar progresivamente a los alumnos desde la realidad social, cultural y científica, en relación dialéctica con las formas de vida, costumbres y tradiciones de la sociedad en que se desenvuelven.
Globalizar la mirada sobre la realidad e intentar marcos universales a la hora de enfocar los problemas o de tratar los grandes temas sociales. Cuando se contemplan situaciones de precariedad o de sufrimiento extremo, se achica el capítulo de las propias necesidades y exigencias.
Afirmar de forma práctica que la interculturalidad representa un espacio moral de encuentro humano y conlleva las exigencias morales de la libertad, el respeto y la complementariedad.
Crear hábitos de trabajo personal y en grupo con un marcado espíritu creativo, para afrontar las nuevas situaciones y poder participar en la transformación de una sociedad más humana.
Favorecer la enseñanza personalizada para que nuestros alumnos sean ellos mismos los artífices de su propia educación.
Como Centro educativo católico
Entender la acción educadora como “lugar de evangelización, de auténtico apostolado y de acción pastoral”41, con una atención particular al desarrollo de los conocimientos, actitudes y procedimientos que configuran la competencia espiritual.
Acoger a los alumnos en su realidad concreta, conscientes de que son reflejo de los modos de pensamiento y de vida imperantes. La indiferencia, la duda y hasta la incredulidad, son fenómenos comunes de toda la juventud contemporánea42.
Anunciar explícitamente la persona y el mensaje salvador de Jesús porque el alumno “necesita en su educación ejemplos, realizaciones y proyectos claros y positivos de sus aspiraciones más nobles como desarrollo de sus capacidades”43.
Ofrecer a los alumnos un tipo de Centro educativo que, además de garantizar un alto grado de competencia profesional, sea aula de evangelización porque abarca todas las dimensiones del ser humano –también la religiosa–, y sus educadores son testigos de los valores del espíritu y de la presencia de la Iglesia en el mundo de la cultura.
Transmitir una educación cristiana que haga posible la experiencia personal y comunitaria de la fe e Impartir una enseñanza religiosa escolar de acuerdo con las orientaciones de la Iglesia católica.
Formar a nuestros alumnos para que actúen en la vida, individual y colectivamente, según criterios y actitudes evangélicas.
Acompañar en la fe y en la vivencia progresiva de la vida sacramental a los alumnos, profesores, padres de alumno, personal no docente y el personal de administración y servicios –en un marco de libertad religiosa–, sin olvidar la atención, el diálogo y el respeto hacia otras opciones religiosas distintas a la católica.
Fortalecer y subrayar la importancia del Departamento de educación en la fe, verdadero núcleo dinamizador de las actividades que encarnan los valores cristianos, las grandes opciones definitorias del Centro y la educación moral de los alumnos en la doble dimensión personal y social. El Departamento de educación en la fe, por tanto, ocupa un lugar central en el organigrama escolar y vela por los programas de pastoral y las acciones explícitas encaminadas a impulsar el proceso dinámico y global de la evangelización.
Como Centro educativo agustiniano
Educar para el estudio, la reflexión y la interioridad con el fin de descubrir las verdades que aportan la ciencia y la técnica, y, con la ayuda de la gracia, encontrar la Verdad que permanece44.
Conseguir un diálogo permanente entre fe y cultura para llevar a los alumnos a la búsqueda de Dios desde la propia interioridad y en el proceso de adquisición de nuevos conocimientos. “No es el maestro quien ilumina con su luz el alma del alumno. Del mismo modo que alguien ilumina una casa abriendo sus ventanas, así el maestro – abriendo paso a la luz de la verdad –, hace que sea la propia verdad la que ilumine el alma del alumno”45.
Desarrollar la dimensión humana de la interioridad como lugar privilegiado para la plena humanización y para descubrir a Dios. “Es al hombre interior a quien habla Dios. Los oídos, los ojos, los restantes miembros visibles son morada o el instrumento de alguien que mora en el interior”46.
Promover dentro de la comunidad educativa la espiritualidad de comunión que nos convierte a todos en condiscípulos47, que compartimos una verdad que “no es mía, ni tuya, para que pueda ser tuya y mía”48, unidos alrededor de Cristo, caminando hacia el Padre49.
Articular la máxima inclusividad y la adecuada flexibilidad del sistema educativo, de modo que sea posible una cultura comunitaria y de acogida como ejercicio de verdadera solidaridad y la atención real a los alumnos con necesidades específicas.
Hacer del alumno una persona consciente de sus valores y metas pero nunca desvinculado de los demás, ya que en la relación con los otros se realiza y desarrolla su crecimiento en humanidad.
Iniciar al alumno en la vivencia de la amistad como proceso de apertura a los demás y a la trascendencia.
Cuidar la ecología educativa –clima humano, instalaciones materiales, decoración de las aulas…– de modo que los alumnos se sientan felices en su trabajo, en las relaciones con profesores, compañeros y compañeras, personal no docente y en todas las actividades de la vida del colegio.